El consumo de productos, servicios y bienes es un
hecho habitual. Pero nuestra sociedad está envuelta, más que en el consumo, en
el “consumismo” o sobreconsumo que nos empuja a adquirir más y más
cosas. Esta tendencia, de la que depende en gran medida el actual sistema
económico, tiene graves consecuencias para la salud del planeta y la nuestra.
Greenpeace ha sido parte activa de numerosas batallas
ambientales en defensa de los límites planetarios. Cada vez son más evidentes
los impactos debidos al cambio climático y la pérdida de biodiversidad y el
consumo aparece como un elemento recurrente en la crisis actual. Existe la
necesidad urgente de cambiar la manera en la que consumimos.
En ocasiones somos parte de la problemática ocasionada
por el consumismo, porque carecemos de la información necesaria para ser
capaces de sopesar los impactos que nuestro consumo tiene en el
medioambiente. Plásticos, consumo de alimentos,
la ropa que vestimos el uso de la tecnología o
la forma como nos desplazamos. Todas son piezas que suman a un
consumismo que está degradando el medio natural.
El resultado está a la vista. En la UE y en España
casi el 40% de los plásticos que se producen son envases, en su mayoría de un
solo uso: bolsas, botellas, envoltorios, vasos…, de los que solo se recicla el
30% (en los cálculos más optimistas). El resultado es que a nivel global hasta
12 millones de toneladas de plástico llegan a los océanos, y ya se han
observado más de 1.300 especies marinas afectadas.
El consumo de alimentos provenientes de la agricultura
y ganadería industrial también tiene graves implicaciones. La ganadería es
la responsable de la emisión del 14% de los Gases de Efecto Invernadero.
Además, el modelo de ganadería industrial se rige por la obtención de
beneficios rápidos, que también significa talar bosques para producir piensos y
pastos para engordar rápidamente al ganado. Se prevé que el consumo mundial de
carne aumente en más de un 75% en 2050, unas cifras insostenibles para el
planeta. Al mismo tiempo, el consumo de pescado está creciendo
a un ritmo mayor que la tasa de población mundial. Los océanos continúan siendo
explotados de forma desenfrenada y los stocks pesqueros se encuentran bajo una
enorme presión. Ante esta crisis cada vez son más las personas interesadas en
demandar que el pescado que compran sea sostenible y que no esté involucrado en
actividades ilegales.
También tienen graves efectos sobre el planeta las
prácticas llevadas a cabo por la industria tecnológica que,
con su obsolescencia programada, promueve la sustitución frente a la
reparación, ocasionando el agotamiento de los recursos naturales y toneladas de
residuos peligrosos.
El impacto de la ropa con la que nos
vestimos a diario es cada vez mayor en la salud del planeta. Cada año se
fabrican 100 mil millones de prendas de ropa. De media, cada persona compra un
60% más de artículos de vestir que hace 15 años y los conserva la mitad de
tiempo. La moda rápida o “fast fashion” ha convertido la ropa en objetos de
usar y tirar, generando un grave problema de uso de materias primas y de
generación de residuos.
Las garras del consumismo atacan a todos los entornos
y sectores, desde el papel a los cosméticos pasando por la industria
alimentaria, con graves consecuencias para, por ejemplo, los “pulmones” del
planeta: las selvas tropicales de Indonesia, la Amazonia o los bosques boreales
que están siendo arrasados para la producción papelera, de soja, aceite de
palma, pañuelos o papel higiénico; de ahí que sea crucial contrarrestar esta
destrucción con una mentalidad sostenible, libre del consumo de los productos
procedentes de las industrias que acaban con el patrimonio natural mundial,
regional y local.
0 Comentarios