Un incentivo es un mecanismo que relaciona
una recompensa o castigo a un determinado desempeño o conducta. En el ámbito laboral,
estos se utilizan para mejorar el rendimiento y la productividad de los
trabajadores, así como su satisfacción personal dentro de la empresa. Esta
satisfacción se traducirá en un aumento en su motivación y hará que venga a
trabajar feliz; todo esto a la empresa le interesa, porque, por un lado, está
mirando por el bienestar de sus trabajadores, y por el otro, está mirando por
el negocio. Es decir, que las dos partes salen ganando.
No todos los incentivos sirven de la misma
forma para todos los trabajadores; es decir, que depende de para qué
trabajador, un incentivo será eficaz y otro no. Así, mientras que un trabajador
puede estar satisfecho con un aumento de sueldo como incentivo, otro lo estará
con más días de vacaciones, y otro con más beneficios sociales, etc. Por ello,
es importante saber discernir cuál es el estímulo más adecuado para cada
miembro de la plantilla y elegir la recompensa acorde.
Aunque existen diferentes clasificaciones,
la principal división de las técnicas de incentivos laborales distingue entre:
- Incentivos económicos.
Son aquellas que conllevan un incremento del salario o retribución monetaria
que percibe el trabajador. Se trata de aumento de sueldo, comisiones,
gratificaciones, bonos…
- Incentivos no económicos.
Comprenden aquellos beneficios que la compañía ofrece a su plantilla y que
suponen una mejora de las condiciones laborales de los empleados.
Es esencial que las compañías no usen
estos incentivos para cubrir las necesidades básicas de los empleados. Tampoco
como una herramienta que instaure una insana competitividad entre los
trabajadores, ya que esto puede crear el efecto contrario. Por ello, es
conveniente alcanzar un equilibrio entre las condiciones laborales básicas y
generales para el capital humano y los incentivos económicos y no monetarios.
0 Comentarios